Laurie Jade Woodruff es una mujer de 30 años de edad, de Derbyshire, que tuvo que vivir una de las experiencias más duras por las que una madre puede pasar: la muerte de su bebé en sus propios brazos y echarse la culpa por ello una y otra vez.
Cuando su bebé Arthur vino al mundo el 6 de enero de 2015, recuerda que lo que sintió por él fue más que amor a primera vista, un sentimiento tan profundo como indescriptible, especialmente después de la complicada cesárea de emergencia.
Tuvo complicaciones con la lactancia, pero confiesa que el amor por su hijo fue más fuerte y finalmente las superó. Pero el 27 de febrero, en un intento por calmar el llanto de su bebé, decidió amamantarlo en su cama y como producto del lógico cansancio por sus tareas maternales, se quedó dormida.
Un momento del que se ha arrepentido hasta el infinito después de que despertara para hallar el frágil cuerpecito de su pequeño, frío y sin vida, junto al suyo. ¡La pesadilla de toda madre!
El pequeño Arthur estaba a punto de cumplir 2 meses de vida cuando falleció.
A pesar de que el informe de Medicina Legal reveló que la causa de la partida del bebé fue el «Síndrome de muerte súbita», un triste destino que aqueja a una gran población infantil especialmente en los primeros meses de vida, Laurie no se perdonó a sí misma su fatal error y pasó casi 2 años llorando día y noche la muerte de su bebé.
Pero después entendió que la partida de Arthur había «sucedido por una razón» y comenzó a recuperar su fuerza, y desde entonces decidió encontrar sentido a su vida, trabajando como terapeuta para otras parejas que pasan por su mismo dolor.
La venida de su segundo hijo, Henry, ahora de 2 años, fue sin duda un gran aliciente, pero asegura que no deja de hablar con su pequeño Arthur y lo seguirá haciendo por el resto de su vida.
Este mes a nivel mundial se celebra la «Semana de la Concientización de la Pérdida de Bebés» y ha aprovechado la ocasión para con su testimonio advertir a otros padres del peligro de dormir junto a los recién nacidos.
«Me encantó ser madre y cuando lo vi sonreír por primera vez, me sentí abrumada de alegría. Simplemente no podía creerlo. La mayoría de los días solo lo miraba y miraba lo hermoso que era», recuerda Laurie.
Sobre la muerte de su bebé, menciona: «Es algo que ninguna madre debería tener que experimentar». «Los días siguientes fueron oscuros y desesperados, era como estar en una eterna pesadilla», confiesa. Recuerda como especialmente horroroso el viaje en ambulancia al hospital, pero ya era demasiado tarde.
Laurie no se separaba de la tumba de su bebé visitándolo noche y día.
Hasta que un día comprendió que si eso que había pasado era tan terrible, ya nada en la vida podía ser peor y Arthur la había preparado para todo. Sin saberlo ya había encontrado el sentido a sus días.
Decidió formarse como psicoterapeuta y astróloga para ayudar a tantas parejas que necesitan sanar sus corazones. «Todos necesitamos ayuda, especialmente durante los períodos más oscuros de nuestras vidas», dijo.
Una madre jamás tendría que enterrar a un hijo, pero las que tristemente se enfrentan a ese profundo dolor saben que sus pequeños vinieron con una misión. Ojalá que todas esas valientes mujeres encuentren el sentido a sus vidas tras una experiencia tan desgarradora como esa. Comparte el testimonio de Laurie, ¡podría ayudar a otros padres!
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